viernes, 24 de agosto de 2007

HISTORIA DE PERSONAJES Y ENTREVISTA A MANUEL ELÍAS.







Historia de unos Personajes Literarios.





Quiero contarles que una de mis aficiones es jugar con las palabras, muchas veces mal escritas, maltratadas, arrastradas y endebles; insuficientes para formar una buena frase. Juego también con nombres de personas que me parecen personajes y los incluyo en mis pequeñas historias que andan por ahí volando como hojas sueltas sobre la mesa en la que escribo o pinto en mañanas de invierno o de verano.





Ya me he referido a Domingo Urbano, que es para mí un ser de carne y hueso y aunque nunca le he estrechado su mano, pienso que existe tal y como lo describo algunas veces. Si ustedes creen que es locura la que expreso en mis papeles, por lo menos déjenme inventar más historias, pues con ellas vivo cada instante en este cuarto que ya parece una buhardilla de artista marginado.





Hoy me ocuparé de Andrés Ventura, que para Antonio “El Sobrino”, él (Andrés), es su tío lejano.





Andrés Ventura apareció allá por 1999, si mal no recuerdo. Venía de Guatemala acompañado de Ana María Andrade. Los dos tuvieron una amistad inclaudicable. Se les veía en Panajachel y por las riberas del Lago Atitlán. Bajo altas palmeras se tomaron varias fotografías que se extraviaron en el viaje hacia San Salvador en uno de los últimos buses de la compañía “MERMEX” de grata recordación.





Pues bien, Andrés “el chele” Ventura, como lo bautizara mi hermano Rolando, al nomás verlo en ocasión de un recital de poesía, en el que participó Ventura con el poema "El final" y cuyo manuscrito también se perdió al terminar la lectura. El “chele” buscó su poema por todas partes, hasta en los vasos donde los culitos del vino tinto reflejaban los ojos angustiados del poeta guatemalteco.







Hoy hablaré de Ana María. Ana María Andrade es su nombre completo. Ella vino a El Salvador justamente cuando el que esto escribe, preparaba una exposición de acuarelas titulada “El mar prometido”. La Andrade me hizo una entrevista que se publicó en un cuadernillo de esos que andan por ahí como perdido en los anaqueles del tiempo. Antes yo había mandado a pasear a Guatemala a Ana María, quien estaba inquieta por conocer esa bella ciudad. Fue así, que a su regreso, se trajo al "chele" Ventura.





Después hablaré de Iván Telles, Juan Caminos (el maestro), Genaro E. Rojas y otros.





HE AQUÍ, LA ENTREVISTA:





Habla Manuel Elías, pintor.





Por Ana María Andrade





En Diciembre del año 1988 llegué al país justo cuando Manuel preparaba su exposición de acuarelas titulada “EL MAR PROMETIDO”, una serie de treinta y cinco obras.



Esta charla se desarrolló allá en la Casa de Octubre del puerto de La Libertad, donde se retiró por tres meses para realizar las pinturas. En esa oportunidad le sugerí al artista que publicáramos esta entrevista que hoy, el amable lector tiene en sus manos.





Observar y apreciar las obras de un pintor es algo maravilloso, complementado con la viva voz del hombre-artista que nos va guiando sobre su quehacer pictórico en el pasado y en el presente. Leer lo que nos dice la voz del pintor, es comprender mejor la obra y la vida de éste. Porque arte y vida se interrelacionan.





Atendiendo algunas inquietudes mías, que a manera de interrogantes le planteara en esa época, Manuel responde:



- Haciendo un recorrido retrospectivo del tiempo, te diré que allá por el año 1962, cuando me inicié, junto con otros compañeros recién salidos de la Academia de dibujo y pintura Valero Lecha, caímos en la aventura de colectiva de exhibir públicamente lo que entonces realizábamos. Mis compañeros eran los pintores Miguel Ángel Polanco y Antonio Ponce García, quien más tarde se firmaría Antonio García Ponce. Nuestro grupo llevaba el nombre de “Mancha Nueva”.





Exhibimos nuestros trabajos en la Universidad Nacional, en algunos departamentos del país y el la Sala Nacional de Turismo que, por cierto, fue donde tuvimos que pelear para que no nos descolgaran los cuadros, pues nos querían “encaramar” una exposición internacional de dibujo sobre la obra nuestra ya colgada. Denunciamos por la prensa ese hecho. Un periodista que se dio cuenta del caso, nos apoyó. Porque además de reportero era el poeta Gamero, conocido como “Poeta Salvaje”, autor, -como me cuenta Rolando- del poema de amor “Buscando tu saliva”. Hasta Walter Béneke intervino en el asunto a favor nuestro. Recuerdo que andaba de por medio un escultor llamado Saúl y era quien más interesado estaba que a nosotros nos quitaran la oportunidad de exhibir allí. Recuerdo al escultor inquieto fumándose su pipa de carey y paseándose en la sala central como un león de gran bigote. Al final, ocupamos la mitad de la Sala y a los internacionales le tocó la otra mitad. De cuatrocientos dibujos, sólo expusimos la mitad. En el catálogo iba una excelente presentación del escritor y filósofo Matías Romero que entre otras cosas decía:



…""Castaneda explora todavía las esferas del realismo. Piensa con razón que sólo llevando de ahí la mejor herencia se pueden ensayar caminos nuevos y aventuras peligrosas. Ponce se ha lanzado ya por las rutas intrincadas de lo abstracto. Polanco tiene momentos expresionistas. Y Elías se llama a veces figurativo. Tiene cuadros que nos recuerdan al francés Rouault, pintor de Cristos y de payasos atormentados”.



Los pintores del grupo "Mancha Nueva" fueron discípulos de Valero Lecha.



Se espera, pues, de ellos, que lleven indeleble algo por lo menos de esa huella de cordura y de realismo que buena falta nos hace en un mundo de disolución y anarquía. El arte es humano. Por humano es auténtico y verdadero. Como verdadero es por lo menos, pariente de lo real y de lo natural. No importa la forma, ni el estilo, ni el color, pero todo arte debe referirse a la verdad de la vida. En ese sentido es que nosotros esperamos que “Mancha Nueva” camine por los senderos de la sinceridad, del orden y la disciplina. En nuestra época el arte también tiene que ser científico.""





Háblame de tus primeros inicios. Cómo fue que descubriste esa aptitud para el dibujo?.



-Eso fue cuando tendría unos nueve años. Vivíamos junto con mamá, mis hermanos Rolando y Cony, en Suchitoto, en la casa del tío español, don Manuel Massana. Suchitoto, ese pueblo muy hermoso, influyó mucho en mi sensibilidad espiritual. Recuerdo que fue en el grupo escolar “José Ruiz Araujo” –nombre de un poeta salvadoreño- donde descubrí que mi mano traía para eso, para dibujar y no para hacer números con el lápiz. Más de alguna vez, me sorprendió la profesora, cuando yo, agachado y como haciendo algo indebido, ella me reprendía: …”Qué está haciendo Manuel? – copie la plana, que a eso se viene aquí, a estudiar.”





Allí conocí por primera vez la geografía y la gracia de trazo de un lápiz que daba forma natural a lo que mis ojos veían. Ya fuera un árbol o los grandes ventanales del grupo escolar donde “estudiaba”… Pero fue en la casa de mi tío, donde dibujé el rostro de una persona. Era un dibujo fugaz realizado en el encementado de un pasillo al lado del jardín central de la casa inundada de olor a rosas. El dibujo estaba hecho con tiza y cuando el personaje retratado allí, pasó y se miró en el suelo; el dibujo desapareció bajo los grandes zapatos del tío Manuel, quien con una sonrisa a flor de labio siguió caminando hacia el taller de pintura a soplete donde él había instalado una pequeña fábrica de muebles construidos con tubos de hierro, junco y madera. Mi madre me dijo después que a él, le había gustado mucho el parecido del “retrato", pero era difícil conservarlo, por lo efímero del material empleado en la obra, la que no duró más que unos minutos el soporte del suelo. Ese fue mi primer dibujo formal. Y como yo seguía dibujando, no ya sobre el piso, sino, sobre papel, el tío me cedió un lugar en su tienda para exhibir mis trabajos en vitrina.